Empezamos un pequeño viaje por los maillots ciclistas de 2023 

2022-12-21 16:00:34 By : Micro SA

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Ya se conocen unos cuantos maillots ciclistas para la campaña 2023, que empieza en más o menos un mes con el retorno del Tour Down Under, ojo tres años después, y la Vuelta a San Juan.

No es costumbre de este mal anillado cuaderno entrar en el detalle de cada uno de ellos, pero esta temporada viene con diseños que son realmente interesantes, y no todos por resultar especialmente innovadores.

Hace más de diez años los ingleses entraron marcando las líneas de lo que habrían de ser muchas de las cosas del ciclismo que conocemos hoy, desde la base del entreno y las recuperaciones, a la tecnología llegando a le estética.

El Team  Sky marcaba un antes y un después, desde sus mailots de Adidas, a los que vendrían con Rapha y finalmente Castelli, una delicia, de verdad que dio una vuelta de tuerca con la sustitución del rojo por el azul en el maillot cuando la petroquímica entro por la empresa televisiva.

En esta evolución llegamos a la pieza que acaban de sacar, un refrito de todo lo que estamos viendo en el pelotón: rojos, naranjas, degradados y rombos.

En este caso va a ser complicado distinguir un Bahrain de un Ineos, con la salvedad que el equipo de capital árabe tenía ya la patente de la base del diseño.

Me cuesta creer que gente como Ineos y los de Bioracer, garantes de la celeste belga, no sean capaces de un mayor grado de originalidad.

Hablan de «visibility fast», porque Bioracer te hace más veloz, cuando yo creo que el hecho que se parezca a otros entorpece la identificación.

En este sentido, sus rivales del alma tantos años, Movistar ha ido a mejor con los años, jugando siempre con el azul.

Imagen: FB Lotto Dstny – Maxime Van der Wielen

Entre Ineos y Bahrain me quedo con los segundos, al menos son los primeros.

Aunque figure en la lista de continentales, nunca miraré el Lotto como un equipo de categoría inferior.

Mientras se adaptan a la nueva categoría han sacado un maillot para 2023 que es un poco la evolución del que tuvieron en el pasado Tour con el patrocinio de Dstny, una empresa de comunicación corporativa.

Por cierto que si queréis ver a qué se dedica cada mecenas del ciclismo, mirad este hilo…

He recopilado en este hilo a qué se dedica cada patrocinador principal de 24 equipos masculinos. Todos los WorldTeam y algún ProTeam

Volviendo sobre el maillot de uno de los históricos del pelotón, me gusta, es sencillo, combina colores tan diferentes y sobretodo se les distinguirá en el pelotón, algo que muchas veces no creo que tengan tan claro los diseñadores.

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Charly Gaul, el famoso ciclista de otros tiempos, oriundo del Ducado de Luxemburgo, y más concretamente nacido en la localidad de Pfanffentnal, con data el 6 de diciembre de 1932, es decir casi 90 años, fue un corredor de los que dejaron huella en los anales históricos del deporte de las dos ruedas y muy particularmente a raíz de sus actuaciones sobresalientes en las altas cumbres.

Podemos afirmar que fue una estrella rutilante que brilló con cierta soltura en estas lides del pedal  cuando la carretera enfilaba cuesta  arriba, hacia la cima de turno. En su época la supremacía desplegada en esta modalidad podía paragonarse o ponerse en paralelo a la realizada en campaña por nuestro conocido representante español apelado Federico Martín Bahamontes.

Años más tarde, surgió en este campo y como escalador también nato el malogrado italiano Marco Pantani, que se mostró igualmente muy belicoso en los puertos de alta montaña. Campeones de esta índole no surgen así como así todos los días. Son estrellas que surgen de manera intermitente en el firmamento rutero.

Sabido es que este pequeño Ducado de Luxemburgo, situado en frontera al lado de Francia, Bélgica y Alemania, no era tierra de campeones. Como excepción cabía señalar a un tal François Faber, que se permitió el lujo de ganar el Tour del año 1909, y, años más tarde, a Nicolás Frantz, más popular en los ambientes ciclistas, que llegó a París como vencedor en las ediciones pertenecientes a los años 1927 y 1928. En aquel diminuto país, sin apenas tradición ciclista, surgió inesperadamente aquel famoso meteoro llamado  Charly Gaul, que pronto se hizo valer en los foros internacionales.

Para los que hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca las hazañas vividas en aquellos tiempos de antaño, cuando el deporte de la bicicleta se valía más de la individualidad del individuo más los protagonismos colectivos, léase movimiento actual, nos es fácil recordar con cierto entusiasmo aquellas gestas un tanto heroicas escritas sobre el asfalto por los verdaderos esforzados de la ruta. Queremos hacer mención ahora de este corredor luxemburgués de excepción que en estas fechas precisamente son coincidentes con el décimo aniversario de su muerte acontecida en el 2005.

Cabe afirmar sin lugar a dudas que Gaul, con su estatura de un metro con 73 y un peso liviano de 64 kilos, fue y ha sido el corredor ciclista de más prestigio que ha dado el Gran Ducado, más que los mismos hermanos Schleck, compatriotas fugaces si se quiere.

Es razón más que suficiente el anotar sus dos victorias absolutas en el  Giro de Italia, y  una en el Tour de Francia, en un plazo corto de tiempo, entre los años 1956 y 1959, en su época pletórica dorada. Su carrera activa y básica se centró en el periodo comprendido entre  la temporada de 1953 y su final en 1965; es decir, traducido en trece años dándole a los pedales, una faceta que se encuadra dentro de la normalidad. En el compendio de este tiempo logró oficialmente 52 victorias que engrosaron a su historial, una cifra de todas a todas nada despreciable.

Ágil como una gacela cuesta arriba

El luxemburgués tenía una capacidad de resistencia admirable dentro de unos cánones de excepción. Cultivó severamente su mejor arma que era la montaña. En aquellos tiempos las altas cumbres diseminadas a lo largo de las pruebas de largo kilometraje tenían un peso específico incalculable y hasta decisivo. Los futuros vencedores se valían de aquel privilegio. Hoy, en cambio, el prisma de la contienda marca otros derroteros y otras estrategias. A Gaul, sí lo recordamos, daba gusto el verle pedalear, el contemplar  su marcha  frenética cuando atacaba sin piedad a sus adversarios más directos, imprimiendo sobre sus piernas un ritmo acelerado y sin pausa. Nuestro Federico Martín Bahamontes, su rival más contundente, sabía bien de sobras lo que Gaul alentaba cuesta arriba. Sin pecar de ser exagerados, diremos que los dos marcaron en este sentido un hito positivo y emotivo a favor del ciclismo.

El Giro y el Tour, su hoja de ruta

A Charly Gaul los cronistas le asignaron variados adjetivos o apodos de elogio. El más elocuente fue aquel cuya transcripción se transparentaba bajo el título: “El ángel de las montañas”. Dentro del esfuerzo que realizaba, aparecía con su rostro inmutable y pétreo que no delataba el dolor que sufría su físico cuando la carretera se enfilaba hacia la cima perdida de un puerto. Contemplar su ágil pedaleo y hasta al son musical de su ritmo constante, era un espectáculo único que no olvidaremos. Todo nos hacía imaginar que salvaba la distancia con sendas alas invisibles atadas a los pies. Era un espectáculo digno que daba cierta conmoción  para los que sentimos de cerca las grandezas que encierra este viejo deporte.

Por encima de todo, Gaul, aparte de ser un escalador excepcional, se desenvolvía más holgadamente en las carreras por etapas de largo kilometraje. Aunque sus prestaciones fueron ya conocidas y justamente divulgadas, destacó su tercer puesto en el Tour de Francia del año 1955, tras el francés Louison Bobet y el belga Jean Brankart. Consiguió, además, el Gran Premio de la Montaña, título que repitió al año siguiente.

El Tour que le fue más propicio fue el de l958, que venció sin paliativos sobre el italiano Vito Favero y el francés Raphael Geminiani, con victorias en las dos etapas de contrarreloj individual con meta en la cima del Mont Ventoux, y, días más tarde, en Dijon. Apuntamos, además de corrido, un majestuoso y victorioso recital llevado a cabo en el corazón de los Alpes, en la etapa que finalizó en Aix-les-Bains.

Recordamos también el protagonismo llevado a cabo por aquel dúo  denominado Bahamontes-Gaul, con una estocada certera lanzada en el collado de Romeyère, en la etapa Saint-Étienne-Grenoble. Fue en aquella memorable jornada en donde el toledano Bahamontes vistió la camiseta amarilla como líder del Tour, que llevaría con toda honra hasta París ante el pasmo de miles y miles de aficionados. Eso en el año 1959, un Tour que no se nos va de la memoria.

El Giro de Italia, con todo, fue una prueba siempre apetecida por el corredor luxemburgués. Dio la campanada en el año 1956, gracias a la célebre etapa de las Dolomitas, en la cual se afrontó el temido Monte Bondone. En aquella jornada dantesca hubo de todo: lluvia, granizo, nieve y desatadas borrascas de viento.

El resultado fue que más de la mitad de participantes abandonaron la contienda, incapaces de resistir las pésimas condiciones climatológicas. Gaul, el gran vencedor del día, pasó de ocupar una vigesimocuarta posición desdibujada en la clasificación general a conquistar la camiseta rosa que distinguía al líder, llegando a Milán en apoteosis. Tenía tan sólo 24 años. Volvió a ganar en 1959. Logró por dos veces ser tercero en los años 1958 y 1960, y un cuarto en 1961.

Abandonó quizá algo pronto el duro deporte ciclista: a los 33 años. Un anuncio cayó un tanto de sorpresa; sin hacer ruido, en silencio. Se puede afirmar para los que tuvimos la suerte de conocerle personalmente, que era, por encima de todo, un hombre sencillo y sin alardes de pedantería como les acurre a tantos otros, sumergidos en la fama.

Era un hombre modesto y a la vez impenetrable; con aquella frialdad que su faz reflejaba frente a los sufrimientos que le ofrecía la ruta. No se nos olvida su diminuta e inconfundible figura, cuando se perdía como una exhalación tras unas revueltas en acusada pendiente. Fui testigo afortunado, singularizo diciéndolo, como seguidor cercano a sus proezas ciclistas, especialmente en el Tour de Francia, que me compensó con un buen signo.

Charly Gaul, con sus recitales, nos mostró las excelencias que me ha brindado este deporte. Es para mí una satisfacción el haber podido plasmar, siquiera someramente, algo en torno a este campeón a todas luces un tanto singular y muy propio en sus actitudes.

Por  Gerardo Fuster

Sporful nos presenta en su apuesta para el invierno 2022-23 la renovada versión de la Super Jacket, uno de sus emblemas para el ciclismo más gélido.

Diseñada tanto en versión masculina como femenina, este modelo ha sido ideado como chaqueta total para combatir el frío.

Una prenda todo terreno, resistente y perfecta para pedalear confortablemente en la época del año en la que más bajan las temperaturas.

Para ello, la Sportful Super Jacket cuenta con las excelentes virtudes de la membrana Gore-Tex Infinium, un tejido de alta gama que garan-tiza aislamiento térmico, resistencia al frío y al viento y alta capacidad de transpiración.

Además, los responsables de producto de la firma italiana han insertado algunos acabados realmente interesante en la prenda. Entre ellos, destaca la inclusión de un bolsillo en el pecho derecho con cremallera. En el caso de la versión femenina, este bolsillo delantero se ha colocado en la zona ventral de ese mismo costado.

También destaca el acabado del faldón trasero y del bolsillo en el pecho en un tejido reflectante de alta visibilidad, un detalle muy bien integrado en el diseño de la prenda. En la versión femenina, este acabado se encuentra también en el antebrazo, junto al cierre del puño.

La Super Jacket está disponible en cinco colores para la versión femenina: azul, negro, morado, verde oliva y azul claro; mientras que la masculina se ofrece en cuatro (azul oscuro, verde oliva, dorado y burdeos). La cremallera YKK Vislon garantiza aislamiento y funcionalidad y el cuello alzado se ha diseñado para proteger del frío y el viento.

La Sportful Super Jacket es por tanto una chaqueta muy completa e idónea para quienes no dejan de pedalear ni cuando el frío es más in-tenso. Una prenda cómoda, térmica y que protege del viento y la lluvia fina con una alta tasa de transpirabilidad gracias al uso íntegro de la excelente membrana Gore-Tex Infnium.

Vamos con las tres versiones de gafas grande y generosa que que Shimano nos propone para las rutas que tenemos por hacer.

De esta forma, hemos probado tres modelos en el cambiante paisaje y climatología de los Pirineos, tres versiones ciclistas con el fin de sacarle el mejor partido por entornos que las ponen a prueba en cada giro.

Empezamos con las S-phyre R by Shimano, con el esquema de lente de una pieza sin montura para una visión periférica sin interrupciones.

Como casi todos los modelos de este tipo, se distingue por la total protección de los ojos y mejor visión, aunque como veremos no es la versión más vistosa, ni la más grande ni llamativa.

Valoramos su ajuste nasal, en dos grosores para una fijación fiable, además en el estuche se proporciona un recambio para tallas XL de ancho nasal.

Nosotros las probamos en un sobrio negro, elegante con casco blanco, afinando el aspecto del ciclista, ofreciendo una imagen compacta sobre la ruta.

Podemos decir que las S-Phyre R refinan el modelo S-Phyre X, pues incorporan una montura de medio anillo rígido por todo el contorno de la pieza, dando una sensación de mayor protección.

A pesar de la montura visible, las S-Phyre X resultan muy ligeras y cómodas en marcha, con buen trato de la condensación del sudor si la salida se hace con cierto calor.

Los acabados de la montura ofrecen confianza, parecen sólidos y resistentes para los diferentes usos, algo que valoramos, pues ya sabéis que no todos los acabados ofrecen lo que prometen.

Las gafas Shimano Aerolite van un paso más allá en tamaño, con más superficie de lente y por tanto más protección.

Están pensadas para lucirse y encajan perfectamente con el casco.

En este sentido son las «estrellas» de la familia…

Estéticamente destaca el acabado de las patillas en su ajuste con la lente, en forma de V y un puente nasal reversible que queda muy disimulado, en vista frontal.

La marca no sólo quiere rendimiento y protección, con este modelo busca elegancia para el o la ciclista que quiere rodar con estilo.

En los tres modelos la lente utilizada es la Ridescape, pensada para apreciar mejor los matices de la ruta, clave para la percepción y seguridad del ciclista.

En marcha, notamos una mejor definición de los contornos y los elementos, lo que implica mejor experiencia sobre la bicicleta, el trato aplicado sobre la luz que percibe el ciclista se modula según la hora y las condiciones que le rodean.

Es decir todo se ve lo suficientemente claro, y lo menos borroso posible: en otras palabras, en un día muy luminoso se matizan los brillos, y al revés, si la jornada es oscura.

Todo además en una pieza, sencillas de llevar y de guardar, pero especialmente cómodas, al punto que no parece que lleves nada puesto.

A ello contribuye el acabado de las patillas, redondeadas en su extremo y con relieve antideslizante para que fijen bien.

En todos los casos, las gafas se sirven en estuches duros y amplios, para que se guarden con cuidado y que los acabados de las patillas no se rompan y se doblen, también pueden incorporar otra lente.

Valen para todo, dentro y fuera de la carretera.

Imágenes: Guillem Riera & Paula Alcaina

Ya conocemos en qué consiste el «Flandrien Challenge», pero antes queríamos ir a la raíz de la propuesta, a algo que ya hemos comentado aquí mismo…

Echando mano de literatura del lugar, encontramos una descripción muy exacta de la amplitud del término.

Amante del mal tiempo, su rostro está castigado, trabajado por los elementos.

El flandrien original llevaba en cruz el tubular, el último de estos fue, dicen Albéric «Briek» Schotte, un armario ropero de los años cuarenta con un físico que abrumaba con el cuchillo entre los dientes cuando olía el triunfo.

Decir que un buen ciclista debería rodar una vez en la vida por Flandes podría resonar algo redicho, sin embargo, la recomendación alcanza el nivel de prioridad cuando has visto lo que hay por la zona, un territorio con el ciclismo en el ADN y no es de palabra, es la fotografía más fiel que podemos haceros de Flandes.

Aquí hasta los balancines de los niños, los pinta y colorea del cole son de bicicletas, de ciclismo, una aventura que no sólo hace célebre el lugar, también lo moldea y colorea por todo el territorio.

El Museo del Tour de Flandes, en Oudenaarde, es el epicentro de la actividad.

No lejos d0nde cada año finaliza De Ronde, se sitúa el kilómetro cero del ciclismo en Flandes y donde os recomendamos echar mano del mapa para trazar en 72 horas pasar por las 59 cotas.

Son dos grandes zonas de movimiento.

La primera en la misma Oudenaarde, con Geraardsbergen no lejos, el Koppenberg en el otro, siendo el meollo anual del Tour de Flandes.

Son las Ardenas flamencas, pequeñas pero violentas colinas en medio de grandes pastos y paisajes calmados, con una red infinita de carreteritas que te llevan por mil sitios al mismo lugar.

Completar el mapa, trazar la X sobre cada cota es un placer que sube enteros según va evolucionando un reto que se asienta sobre nombres que, ya me perdonaréis, sugieren tocar el cielo con las manos: Paterberg, Oude Kwaremont, Koppenberg, Kapelmuur, Berendries, Kruisberg, Bosberg…

Cada subida está marcada en el suelo, dejando impronta escrita del nombre de la leyenda.

Luego si nos alejamos al oeste, hacia Francia, conoceremos la zona de Ypres, el otro gran polo del lugar, por los lugares de la Gante-Wevelgem, posiblemente la segunda gran carrera flamenca.

Para llegar a ese estatus hay que cumplir con las 59 cotas en 72 horas, moviéndote por toda la geografía, al ritmo que consideres, en el orden que te plazca.

Todo conectado a tu Strava.

Al final del viaje, a la satisfacción de batirse donde los grandes de siempre, sumarle dejar el nombre esculpido en una piedra del Museo del Tour de Flandes, una muesca que quedará para la eternidad.

Saben hacerlo bien estos flamencos.

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